(Capítulo 1)


El reloj había marcado las dos y treinta de la tarde (2:30pm) al momento de que paraba en la estación luego de recorrer kilómetros sin rumbo. Es como si estuviese perdido en un limbo mental, en un trance que me impedía discernir entre sueño y realidad.

 

Foto por Carlos G.

Aquí, en este lugar, en este espacio, me encontraba apático, apagado. Entre momentos etéreos y destellos de lucidez, sin poder recordar exactamente como había llegado hasta aquí. Mis piernas cansadas por esa caminata larga, al parecer sin un punto de partida y con un destino quimerizo. Tal vez solo quise "matar el tiempo" con el fin de evitar enloquecer en este mundo sin sentido creado por mí; en ese que se me daba bien culpar a los demás, mientras subestimaba mi protagonismo en aquellas acciones de un pasado, que por el momento la soberbia se había encargado de anestesiar, mas no podía callar esos "golpes" dados por una conciencia lejana, mas no ausente. Mi mente se había encargado de bloquear las horas del día y simplemente había ordenado mis piernas a andar, y llegar hasta al frente de una de las puertas de esta vieja estación.


Al entrar a la estación me encontré en un “oasis” de espacio, vacío. Visualmente muy tranquilo para ser una estación de tren. Mas sin embargo podía escuchar miles de voces a mi alrededor, aunque nadie estuviese allí más que el espacio, la boletería a lo lejos, pequeños estantes de chucherías, otros de comida, escaparates, butacones, pasillos, las plataformas. El resplandor que entraba por las plataformas, ventanas, tragaluces formaban hileras de polvo que llevaban un tempo armonioso con el viento que acariciaba tanto el área abierta, como en los pasillos más cercanos a la entrada que me encontraba.


Di mi primer paso y las voces de repente callaron. El “sonido blanco” repentino se volvió irritante. Me hizo sentir que enloquecía aún más que cuando los escuchaba, mas no veía a nadie. La piel se me erizo y cierto pánico empezó acelerarme el pecho, dándome un “sentido de persecución” al estilo película de terror que lleva a los personajes a realizar los más estúpidos errores, carentes de sentido común. Decidí poner aparte lo lúgubre de la situación, y continúe con un paso medido, atento a las sombras que no dejaban de mirarme, como si evaluasen cada uno de mis movimientos.


El puesto de información se encontraba a mi izquierda, con escritorio y silla vacíos. Seguí andando, en dirección a la boletería. Quizás allí encontraría a alguien con algún tipo de información sobre lo que estaba pasando, y hasta lo mejor venderme un “ticket”. El sarcasmo de comprar un “ticket” de tren me aligeró la cara con una mueca con intento a sonrisa armándome de un ligero “temple” … dada las circunstancias.


Para mi sorpresa – segundo sarcasmo – el puesto se encontraba vacío, con un letrero que indicaba “Regreso en veinte (20) minutos”. 


Decidí esperar. No tenía mucho que hacer con esta posible locura, amnesia, tiempo y una aparente soledad.  Y digo aparente, ya que no podía rehuir una sensación de miles de miradas posadas sobre mí. Mientras esperaba las memorias de un pasado me hicieron compañía, y mis parpados tomaban un descanso…

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